Confían en que el ruido mediático tape su irresponsabilidad y que a nadie le importe si violan la Constitución o el reglamento interno.Esta práctica de incumplimiento generalizado es más que una falta administrativa: es una burla al electorado, un desprecio a la democracia y un acto de cobardía política.
Pese a sus constantes llamados y a las promesas de cooperación recibidas, la respuesta global ha sido limitada, prolongando la inestabilidad en la vecina nación y obligando a República Dominicana a cargar con un peso desproporcionado ante una crisis que, por su naturaleza, requiere un abordaje colectivo y urgente.La historia recordará que, cuando el abismo se acercaba peligrosamente a nuestras puertas, el presidente Abinader eligió la ruta de la unidad, la diplomacia activa y la responsabilidad compartida.